26.11.09

Acepciones II

La palabra Futuro tiene ese algo que perfora. Como una taladradora. Ese tipo de ruido sordo que retumba e incomoda.

No lo digo porque el Futuro me abrume, simplemente es que no me interesa satisfacer las ambiciones que los demás tienen depositadas en mí.

Por eso, cuando me hablan de estudiar para conseguir un buen empleo, siento como si todos los peces gordos del mundo se estuvieran riendo. Lo que más miedo me da, no es que la gente lo crea, es que de tanto oírlo, mis padres también le dan crédito.

Palabras como “tienes que ser alguien” o “debes esforzarte para conseguirlo”, me producen más dentera que las uñas de Florence Griffin rayando una pizarra. Todos deberíamos tener la opción de cagar nuestras vidas sin tener que sentirnos culpables por ello. Por eso, lo peor del futuro entra con el “te lo dije”, con los consejos que debías haber escuchado.

Es de buenas personas intentar que tu hijo no cometa un error, pero es de los honestos dejar que tropiecen con las mismas piedras que tú. ¿Por qué si tú te equivocaste no dejas que tu hijo lo haga? ¿No debería tener las mismas oportunidades que tú? Debe ser muy difícil asumir que has elegido mal.

¿Y qué si quieres pasarte la vida pintando la mona, siendo un parasito? ¿Acaso la vaca que pasta no lo es? Me gustaría ser una de esas vacas que viven a la suya hasta el día que las matan y las hacen entrecots. Vivir hasta donde te den chance y cuando todo acabe, nada de títulos de crédito.

La unión europea paga un subsidio de dos euros y medio a cada ganadero para que tengan una vaca. Teniendo en cuenta que más de la mitad de la población mundial vive con menos de esa cantidad, no veo por qué el gobierno no subvenciona a mis padres para que siga haciendo lo que hasta ahora.

Firmado:
Aprendiz de ternero.

2 comentarios:

Isa dijo...

Malditos peces gordos del mundo!
Los envidio!

Itziar San Vicente dijo...

somos paras-itos felices